miércoles, 7 de enero de 2009

Frontera del destino

Se despertó por uno de esos estruendos que ya no la sorprendían, pero que aún hoy seguían cortándole la respiración. Adentro era 31 de diciembre, afuera en cambio, el sonido estrepitoso de las explosiones nada tenía que ver con alguna especie de celebración o festejo. Era la primera vez que realmente extrañaba las veladas de fin de año en casa. No solo extrañaba, hubiese dado cualquier cosa por estar en su hogar reunida con familiares –incluso con aquellos que la irritaban– formando parte del ritual de contar los minutos que faltan para el año próximo, evento que siempre tan ridículo le pareció.

Recordó de pronto como entre llantos y palabras de desconsuelo se había despedido una vez más de todos sus seres queridos en el aeropuerto de Ezeiza, para arribar luego en Barajas y desde allí conectar con Tel Aviv.

Se había despedido de todos, menos de él. Él, a quien había conocido años atrás en Barcelona, viaje que realizó como chiquilla recién graduada de la facultad de medicina y que se extendió más de lo previsto. Él, que la embelesó con sus encantos de tipo experimentado, desterrado y altruista, y que en medio de un romance tan exaltado como efímero, la llevó a transitar la calle Nou de la Rambla en busca del número 26.*

De hecho fue gracias a él que ella empezó a realizar misiones, apresurándose a vivir una vida que pronto no podría concebir de otra manera. Es que de algún modo no sádico, el sufrimiento ajeno la hacia sentir mejor con ella misma. En realidad era el hecho de poder sentir que hacia algo para combatirlo o al menos mermarlo; algo que a su vez le permitía expresar sus valores de eterna adolescente y algo que, en ultima instancia, la uniría siempre a él.

Los escasos 70 Km. que separan Tel Aviv de Gaza no fueron fáciles de transitar. Pero no era la primera vez que realizaba una misión en el terreno para Médicos Sin Fronteras y de alguna manera sabía y temía que cualquier cosa era de esperar. A medida que se acercaba a la franja y el sosiego decrecía, iban esfumándose los recuerdos de su antiguo romance, y al incrementar la tensión, dejaba de sentir la pena que sienten aquellos que renunciaron a creer en el amor. La calma no era moneda corriente en esos días; el servicio meteorológico preveía bombardeos aéros con extrema frecuencia y así fue como diciembre transcurrió sin un breve respiro.

Su anteúltimo pensamiento fue para él, a quien nunca pudo olvidar. Lo recordaba con cierta ternura y odio, pero también con gratitud y admiración. Su último pensamiento sin embargo, fue dedicado a sus padres, a quienes les falló en la promesa de volver sana y salva a casa. Era 31 de diciembre del 2008 y, en el hospital de Shifa, la herida que tenía por el impacto de un proyectil en su vientre le indicaba que ya no llegaría a presenciar la tregua del amanecer del año nuevo.


*Sede central de MSF en Barcelona