
Porque te creíste emancipada y serena, porque te pensaste mucho más allá de sus enredos, porque no quedaban lágrimas ni sentías los besos tatuados en el cuerpo.
Y sin embargo allí estaba esperando, silencioso, al acecho. Para cubrir de mentiras el muro que supiste armarte y pisotear el jardín que tímido osaba crecer alrededor...